La palabra se torna escasa e incapaz de decir todo cuanto se debe decir de la voz de Laura Giordani.
La visión madura y profunda en esta poeta joven es, como sus niños, emociones entre el dolor y el abandono, no reposa su verso en ninguna orilla, vagabundea incansable entre el llanto niño y nos recuerda en cada verso la crueldad de parte de esta raza que abandona a sus pequeños entre el hambre y el frío. A.M.F.
La visión madura y profunda en esta poeta joven es, como sus niños, emociones entre el dolor y el abandono, no reposa su verso en ninguna orilla, vagabundea incansable entre el llanto niño y nos recuerda en cada verso la crueldad de parte de esta raza que abandona a sus pequeños entre el hambre y el frío. A.M.F.
A los niños de todas las orillas
Socavarse en esas orillas donde el mundo tiembla y se
desploma, dejar que la palabra también se derrumbe
y emerja el balbuceo.
Llegar al poema como a una tierra cargada de peligros,
minada, sabiendo que el imán de los talones por la detonación
hará estallar el significado.
Y se verán los niños.
¿De cuántas cunas rotas
te incorporas, día,
para sorber la claridad como un vino
nunca catado antes?
Esta palabra deberá volverse contra sí misma,
malherirse en la aspereza
de las lenguas, hacerse topo,
niño, cobrar tu estatura,
volverse raquítica, lesa,
abrir aún más sus vocales para
para recibir de lleno la indigencia.
Esta palabra deberá aprender a desaparecer,
volverse transparente y
diáfana como vientre
para decir el desplome inaudible de tus bosques,
la alegría maltratada de los patios,
tu primavera que viene
con las rodillas lastimadas.
Decir cómo tiembla la hierba
antes de recibir tu sombra.
Para decirte al menos con la misma
constancia del olvido
para que se escuche alto tu caída:
ese crujido terrible de todos los huesos
que se desploman para vertebrar este poema.
Arrojaron tantas calamidades
debajo de tus párpados
que ya no es posible asomarse
a esos pozos ciegos:
no hay cuerda ni manos resistentes
para subir agua tan pesada.
Laura Giordani.
Del poemario Materia Oscura.
Socavarse en esas orillas donde el mundo tiembla y se
desploma, dejar que la palabra también se derrumbe
y emerja el balbuceo.
Llegar al poema como a una tierra cargada de peligros,
minada, sabiendo que el imán de los talones por la detonación
hará estallar el significado.
Y se verán los niños.
¿De cuántas cunas rotas
te incorporas, día,
para sorber la claridad como un vino
nunca catado antes?
Esta palabra deberá volverse contra sí misma,
malherirse en la aspereza
de las lenguas, hacerse topo,
niño, cobrar tu estatura,
volverse raquítica, lesa,
abrir aún más sus vocales para
para recibir de lleno la indigencia.
Esta palabra deberá aprender a desaparecer,
volverse transparente y
diáfana como vientre
para decir el desplome inaudible de tus bosques,
la alegría maltratada de los patios,
tu primavera que viene
con las rodillas lastimadas.
Decir cómo tiembla la hierba
antes de recibir tu sombra.
Para decirte al menos con la misma
constancia del olvido
para que se escuche alto tu caída:
ese crujido terrible de todos los huesos
que se desploman para vertebrar este poema.
Arrojaron tantas calamidades
debajo de tus párpados
que ya no es posible asomarse
a esos pozos ciegos:
no hay cuerda ni manos resistentes
para subir agua tan pesada.
Laura Giordani.
Del poemario Materia Oscura.
1 comentario:
Querido Antonio:
Gracias por tus palabras amorosas y por la entrada. Que tu espacio poético siga creciendo y cobijandonos a tantos...
Un abrazo,
Laura.
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