La cara triste de la ciudad: muchos
mendigos.
Juan Botas
La medida de mi madre
Begoña Abad
No hay sitio para más heridos por la vida.
No caben en un mundo donde sobra de todo,
por eso sobran ellos.
Ya tenemos mendigos debidamente etiquetados,
con ropa de domingo y albergue oficial.
Ya tienen sus esquinas de pedir,
donde ocultamos las nuestras
con un par de monedas y una sonrisa
que nos limpie las manos,
con las que, un tiempo atrás,
habremos votado en urnas
poco transparentes.
Ya tenemos cubierta la caridad,
los pobres que nos tocan “per cápita”
y en nuestros territorios
no hay sitio para más heridos
de una guerra que armamos entre todos
y sólo unos pocos pagan tan caro.
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