La vuelta de Ulises: Giorgio de Chirico
OVEJAS ESQUILADAS,
QUE TEMBLABAN DE FRÍO
GSÚS BONILLA
SIN 0 (sincero)
paseaba
gatos con dudas a los catorce
y esperaba
defensivo una respuesta;
a esa
edad, el análisis adolescente
a menudo
es una
práctica, y es habitual
sopesar
si el nudo
de la cuerda anda demasiado flojo
o volar
sin alas por el vacío de un precipicio.
seguí
creciendo
en un
descenso que parecía una subida
al ritmo
cardiaco de una nebulosa de jeringas
y otros
dulces. seguí creciendo
intentando
no aumentar
la tasa de
mortalidad del ochenta y siete.
y
conseguí, no conocer el frío de las cavernas
ni a qué
sabía el agua turbia del pozo de mi barrio
- pero no
por ello me sentía un héroe-
aumenté el
estirón
tras la
barra de un bar
-hasta los
dieciocho- poniendo copas y café
a los más
selectos habitantes de aquellas cañerías
y mi tórax
tenía un
humo gris de inquilino
que de vez
en cuando
salía de
excursión por las aceras.
entre
tantos ratos secundarios
un día
llegó una
carta de mi país a mi buzón
y de nuevo
saqué los
gatos a relucir,
pero esta
vez,
no me
importó ni el estado de la cuerda
ni la
altura de la montaña.
si se
trataba de perder el tiempo
fui todo
un campeón.
la
velocidad volvió a tener el riesgo potencial
y otra vez
reptaron las serpientes por mi suelo
consiguiendo
llegar hasta las ramas;
pasó el
tiempo,
deprisa,
como era
de esperar
y acabé la
misión que me habían
encomendado:
fumarme
sus minutos a bocanadas.
a poco que
sentí la libertad en mis mejillas
sentí
también el principio de un invierno
y éste
me trajo
un hielo inesperado
el fin de
la inocencia y el dolor,
y supe que
estuve equivocado
una noche
inhóspita de tanatorio:
el muerto
al hoyo, la vida al hoyo
y los
putos gatos
siguieron
maullando año tras año.
podría
extender mucho más este poema
pero es
que desde entonces y hasta ahora
sigo teniendo mucho miedo
y tengo por norma
amanecer a
oscuras, buscar perros por tus ojos
que me
vayan salvando de estos felinos
que
esperan con ansia mis espinas.
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