sábado, marzo 31, 2012

...se repite...

Contra el esmalte de un fondo rítmicobestias y ángulos, tonos y colores.

Paul Signac


ANTONIO ORIHUELA

PIEDRA, CORAZÓN DEL MUNDO

(Antología personal 1995-2000)


desfavorecidos.

M. W. APPLE, Ideología y currículo


A finales de los años sesenta

el FMI, el G7, la CIA y hasta Roberto Alcázar y Pedrín

avisaron a los tecnócratas franquistas del Opus Dei que

o enseñaban al pueblo a leer y escribir

o el despegue económico español se estrellaba en el mismo Barajas.

En los diez años siguientes

se construyeron en España más centros educativos

que en toda la historia del país,

y el primer objetivo,

que los curritos entraran por el aro del consumismo

sabiendo leer los prospectos,

se cumplió con éxito.

En todo aquel montaje,

el único atisbo de Nueva Pedagogía que recuerdo

era el posabrazos deslizable de la silla del profesor,

todo un invento,

todavía en buen uso a mediados de los ochenta.

Después llegaron los socialistas

y ajustaron la acción educativa a su concepción del hombre

y del mundo,

lo que en cristiano quería decir que como

ya sobraban más de la mitad de los que sabían leer y escribir

para ocupar lo que quedaba del mercado laboral,

había que transformar los viejos centros en disimuladas prisiones

para potenciales jóvenes delincuentes,

a los que a falta de ley de peligrosidad social

con que darles en las costillas,

se les aplicó la teoría de la moratoria social

con la que recluirlos hasta los 21 años,

sin más derechos que un Certificado de Estudios Primarios

cuando se les estuviera cerrando la barba.

En este nuevo tiempo

que parecía también destinado a durar mil años,

los profesores, convertidos en carceleros,

perdieron el gusto por enseñar

y de su antiguo estatus

sólo les quedó el regusto, durante los exámenes,

de verse convertidos, temporalmente, en jueces.

Esos días atravesaban los pasillos

más sonrientes que un policía por la DGS

después de firmar el parte de defunción

por ataque al corazón

de un sindicalista.

Era lo único que les quedaba,

aunque también en esto el ministerio había cogido las tijeras

y no aceptaba porcentajes inferiores al 60% de aprobados,

así que, en una farsa que se podía prolongar todo el curso,

se bajaban y subían los baremos

hasta que por fin se ajustaban a las previsiones oficiales.

En aquellos días,

también se puso fin al tirón de orejas

que habían dado al régimen para fabricarnos,

y comenzaron las especulaciones entre los conservadores de museos

para darnos trabajo, siquiera,

dentro de una vitrina del Museo de Ciencias Naturales,

con un letrero que certifique que fuimos

la generación de españoles mejor preparada de todos los tiempos

y además

sin distinción de clases.


2 comentarios:

Anna Genovés dijo...

ANTONIO,

Maestro –por supuesto como culmen literato- que le puedo decir; pues mire sí: tiene más razón que un santo.

Entre los oficios que ha recorrido mi dilapidada vida laboral, está el de maestra –entre otros lugares en las “1000 viviendas” de Alicante- y sé de primera mano lo que dice.

Por otro lado en mi relato “Blnadibú grana” plasmó otra de las verdades escritas: si eres hijo-a del proletariado más te vale trabajar e ir olvidando eso de la Universidad que tan bonito queda.

Resultado: un país con demasiados parados con “titulitis” y minúscula cantidad de obreros –que es un oficio pero que muy loable-.
No sé qué se hizo mal ni cuándo, pero ¡qué mal estamos!.

Muy bueno, besos, amigo,

Ann@ Genovés

Anna Genovés dijo...

ANTONIO,
Maestro –por supuesto como culmen literato- que le puedo decir; pues mire sí: tiene más razón que un santo.
Entre los oficios que ha recorrido mi dilapidada vida laboral, está el de maestra –entre otros lugares en las “1000 viviendas” de Alicante- y sé de primera mano lo que dice.
Por otro lado en mi relato “Blnadibú grana” plasmó otra de las verdades escritas: si eres hijo-a del proletariado más te vale trabajar e ir olvidando eso de la Universidad que tan bonito queda.
Resultado: un país con demasiados parados con “titulitis” y minúscula cantidad de obreros –que es un oficio pero que muy loable-.
No sé qué se hizo mal ni cuándo, pero ¡qué mal estamos!. Muy bueno, besos, amigo,
Ann@ Genovés