jueves, marzo 15, 2012

Haití

El enigma de la fatalidad: Giorgio de Chirico


David Benedicte

Biblia ilustrada para becarios


[Papa Doc]


¿Haití? En pie, cuatro casas de madera,

dos ríos pálidos de melancolía

y, devenido en charco de sangre, un sol

cuyo oficio consiste en ser famélico

porque brilla mejor y peor a ratos.


¿Haitianos? ¡Ay, de rodillas y víctimas

perecéis sumidos bajo las ruinas

de una fatalidad precuaternaria!

¡Sufrís mis cachimbeos de Papanoel

vestido con traje y sombrero negros,

como esos sepultureros de western

que en vudú representan La Muerte!


¿Papa Doc? C'est moi. Soy el Voodoo King

que sobre escalofríos tristes camina

prolongándose en su penar gozoso.

C'est moi, le Docteur François Duvalier,

un magnicida de pobres en serie,

ejecutor de chiflados haitianos

con jauría incorporada (mis fieles

Les Tonton Macoutes sanguinarios)

y, aunque ya no cure vuestros dolores,

llameo cargado de grillos, de noches,

de cráneos por mi jardín esparcidos.


¡Tosed sangre, dulcemente, a mi paso!

Miro en torno y sólo agonía veo.

Mi perro mastín os lleva en la boca

con su sonrisa al borde de la rabia.

Vosotros sois para él un alimento

consagrado, aunque insípido y caduco.


Cometo asesinatos dobles, triples,

cuádruples como bypasses aciagos

y en lo alto pedorreo, eructo y vuelo,

olvidándome de masacrar lo obvio.

Le doy vueltas y vueltas, y entre medias

me voy poniendo y poniendo cachondo,

con un blando bebé recién cobrado

bajo el brazo, descoyuntado y zombi.


¡Desagüen los mares! ¡Sequen la isla!

Nada hay de común entre ella y la tierra.

Su primavera aguarda bajo el fondo.

Es toda una hazaña. Mi venganza.

Pero tan fría como un cañón de pistola.


Siento nacer en mí un hombre nuevo

–sádico criminal de ruiseñores–

y a mi insomnio, regresan las locuras

allá donde los ahogados duermen.

¿Mi trineo? Un ataúd de niña blanca

y pura. Un ataúd blanco de pura niña.

Un puro ataúd de niña negra. E impura.


1 comentario:

Anna Genovés dijo...

Antonio,

Este poema, me ha sobrecogido. De sobra conozco el vudú Haitiano, bueno lo que se sabe de él. Pero tras la lectura de tus versos, soy más consciente, todavía, del fatalismo que rodeada a esos cuerpos oscuros como el betún y tribales como las hordas bárbaras.

Esos cuerpos que caminan como zombis a la par de la marea, sin rumbo fijo, sin un mañana, sin un pasado, sin un futuro…

Estos versos, son decadentes, como la mayoría de los que a mí me suele salir. No sé siempre he sido solitaria y meditabunda. Gracias por hacerme sentir tantas cosas, por hacer que me siente un poco menos sola.

Besos, Ann@ Genovés