La alambrada de mi boca
Ana Pérez Cañamares
A tu página en blanco, hija,
no supe mirarla
como quien ve un amanecer:
quieto, curioso, expectante
resignado a no intervenir
a dejar los días y los ríos
seguir su curso
sin interpretarlos.
Llené tus silencios
de sentido y palabras.
Utilicé tu boceto
para terminar mi propio cuadro.
A ti te dejé las esquinas.
Esta impresión mía
de equivocarme
esta culpa con la que te peino
te levanto
te lavo la cara
es el último y mayor
de mis vicios.
Sin los vicios viejos
ya no se mueven los engranajes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario