José Garés
LA VUELTA DE NAZIM HIKMET
«Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran...»
Cesar Vallejo
Solo fue un instante, pero rozamos lo absoluto;
la palabra nos daba el nombre de cada cosa
y fuimos el sujeto del universo, el inicio
del ausente, la sangre del poseído.
Se volatizó lo estable, nacieron millones
de aristas y apenas pudimos doblar la angustia,
construir un mundo, pegados al polvo
como la grama y confabulados.
Desnudos miramos, frescos y cautivos,
el limpio olvido y con los restos
de nuestra vida, volvimos a empezar.
Algunos tenían la llave del odre de los vientos,
las señales de las sombras para llegar
a la puerta y liberar el susurro.
La conjura del verbo codificó
el símbolo de la mentira
y postulamos el aplauso
que ocultaba la indiferencia.
Emergió el verso que oculta el llanto
y apenas muestra el propósito.
Cuántas barandas hubo que cubrir con abalorios
para negar los muertos, dormir al centinela
y trascender la soledad que,
a contramano, destacaba la semilla.
Construimos significados, iniciamos
la transacción y no hubo nada que compartir.
Un nuevo siglo amanecía.
De nuevo los tenderos de dios
iniciaron la perversión y pasamos
de ser una sorpresa a ser una premisa.
La sombra de la impotencia fue un hallazgo
inédito y no bastó romper la cadena,
tuvieron que separar los eslabones.
Ahora se planea sobre lo evidente
y muere la inocencia.
Cerca de ti tuvimos miedo
y al alejarnos angustia;
aún así, éramos una multitud
que pretendía ser un pueblo.
Situamos la libertad en el límite de lo posible
y aprendimos que siempre habrá motivos
para sugerir una verdad amable y mentir.
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