Sam Jinks
Embrace 2010
Mixed media
53.0 x 91.0 x
32.0 cm
Alberto García-Teresa
De Abrazando vértebras (Baile
del Sol, 2013)
tantos construyendo cerrojos
y tan pocos buscando llaves.
Tríptico de la memoria
I
«Nunca
aprendieron a besar»
(Javier
Bello)
NUNCA
APRENDIERON A besar
porque el
horror les había
desfigurado
el rostro
y el odio
les había
carcomido los labios.
Con las
encías cuarteadas por la Historia
y las
pupilas abrasadas,
desistieron
de acariciarse
con
muñones y palpar
cicatrices
y pesadillas.
Expertos
en el idioma del delirio,
en
vestimentas de llagas,
se
arroparon con el dolor
para poder
encarar la escarcha
hasta
perder la altura de sus cuerpos.
Sin
embargo, las noches
de luna
nueva sienten
palpitar
la mandíbula
con un
serpenteo de constelaciones,
y les
tiemblan los codos
ante una
sonrisa.
Allí
entonces estaremos
siempre,
aguardando
con las
piernas dispuestas
y el
presente desabrigado
para
abrazar su experiencia.
II
(DICTADORES)
SI CADA
UNO de tus muertos
dejase su
cuerpo intacto sobre la tierra,
permaneciera
allí donde su columna besó el suelo
sin
desaparecer, como tampoco se pierde su sombra
en nuestro
latir, en los empinados sueños...
Habría a
quien no le importase caminar aplastando
blandamente sus huesos,
pero su
presencia, tal vez,
atormentaría
sus tobillos tal como se clava
su
estilete en nuestro amputado abrazo
y, ójala,
construyesen con sus figuras un camino
que
señalara la escalada hasta el oxígeno.
III
«Lo que
entierran no son huesos
son
semillas que van creciendo»
(Barricada)
QUERÍAN
QUE SUS aullidos se perdieran
en la
honda garganta de los calabozos.
Que su
esqueleto fracturado se hundiera
en el
tumulto de los años arrasados.
Pero sus
hematomas aparecen
cada noche
en nuestro costado,
sus ojos
quebrados bajo nuestras frentes,
su
horizonte asfixiado dentro de nuestros párpados.
Pretendían
que la memoria
obedeciera
a una orquesta de silencio,
que
permaneciera llena
de polvo
de óxido de bala.
Pero, como
al abrir una granada fresca,
la
Historia se descascarilla,
y con sus
hilos se ilumina
la sombra
de sus pliegues.
Así,
lo que
sepultaban
es hoy
el ritmo
de nuestras piernas.
Su sal se
ha convertido en abono.
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