François Joly
Antonio
Crespo Massieu
Orilla
del tiempo
Poema
golondrina (con huevo inestable) para Joao Medina
Yo tenía
un amigo
que vestía
su tristeza con una sonrisa
( era su
traje de diario
su
complicidad con la historia
su gastado
desafío al destino)
Amaba
cosas extrañas:
las
escondidas callejas llenas de luz y de memoria
libros
viejos encontrados en recónditos anaqueles
del barrio
alto como humilde ropa tendida de palabras
las viejas
banderas de la dignidad y el coraje
( tan
viejas y queridas como los libros)
las
perdidas huellas de la historia en las calles
algunas
ciudades ( cada vez menos)
los trenes
checos de nombre rigurosamente impronunciable
el sabio
silencio de los sabios
los poemas
de Auden.
y las
aladas palabras de Homero.
Y amaba
también otras pequeñas cosas:
el olor a
jacarandá
inundando
las calles de la infancia
los
pregones para siempre perdidos
el mar
cegando con su ruido rompiendo
en espuma
la turbadora belleza de las mujeres en África
los días
calmos de la Providencia
como un
regalo inmerecido
( si esta
dicha
este
sosiego sajón
cosmopolita
y erudito
si todo
esto fuera sólo una trampa
y al fin
se nos pidiera un pago
que grande
sería entonces la herida
del
rescate)
Era capaz de
encontrar una mañana
a Yahveh
esperando el autobús
y
reconocerle
como sólo
lo haría un rabino sin metafísica
y guiñarle
una rabínica sonrisa
también
sin metafísica
( las
sonrisas son más bien físicas
tan sin
decoro
que por
reír hasta ríen de la teología)
Amaba
tantas cosas
que un día
calló para escucharlas
y fue
primero un vuelo de palomas encendidas
sepultando
el enigma del perro egipcio
más tarde
gaviotas del Tajo posadas
en
Lourenço Marques como un puente de olas sin destino
y luego
aún almendros florecidos en Jerusalén
como un
olor suave limpiando los muertos
resbalando
ungiendo de esperanza a los vivos
Al fin
de tanto
callar y escuchar
de tanto
mirar en silencio
vio una
golondrina blanca
chiaba
solitaria detenida en el aire
suspendida
en azul en pájaro o sorpresa
y le
regalaba su vuelo
como una
sonrisa de la Providencia
( como si
acaso Providencia
tuviera
sonrisa o fuera alas o plumas
como si
Providencia no fuera siempre
engaño
herida renuncia y distancia)
Pero él
( sonreía
sin tristeza
como
estrenando traje)
la miró y
quiso seguir su vuelo
y ascendió
como un
campesino luminoso de Chagall
se perdió
por encima de los tejados
con la
Torá bajo el brazo
y un
violín en un costado
( suceden
cosas tan extrañas
en estos
imprevistos vuelos del alma en estos
lances de
amor que dan al fin a la caza alcance)
Luego,
tras la caída
( pues
estos vuelos sin control
piratería
aérea del alma
terminan
siempre en Caída)
se miró en
un espejo palabra memoria
desesperanza
y ni siquiera un amargo
chiste
judío de judíos desdichados
le arrancó
una sonrisa
( había
perdido su traje en el vuelo
son tantas
las cosas que se pierden en estos vuelos)
Y se vio
entonces en lo alto de un muro
parloteando
extraviados silogismos
( sabiendo
ya que todo silogismo es extravío)
exiliado
de un tiempo sin mirada
( pues ya
entonces eran ciegos los relojes)
y quiso
caer perderse para siempre
desde el
muro en vuelo imposible
como un
huevo roto en el asfalto.
Y empezó
la lenta caída
lenta como
un océano
como un
mar infinito de tristeza y distancia
descenso
final
volar
solitario y torpe
( con la
innata torpeza de los huevos cuando vuelan)
Y entonces
a punto ya
de caer al suelo
un
instante sólo antes del desastre
alzó la
vista
( pues era
un huevo con ojos
y le
gustaba tanto mirar el mundo
desde lo
alto de su muro de lamentaciones sonrisas)
y vio una
golondrina herida
casi sin
plumas pero volando aún y siempre
perdida en
el azul como una sonrisa blanca
y
despojada
y una
ternura triste de colores
que volaba
y parecía un cuadro de Chagall
y vio unas
palabras
( pues hay
huevos que ven palabras
mientras
que otros
los huevos
vulgares los huevos duros
sólo las
oyen)
torpes
afónicas lentas arrepentidas
palabras
que un náufrago huevo
( los que
vagan a la deriva sin decidirse nunca a caer)
le dirigía
desde la otra orilla del espejo.
Entonces
cogiendo
al vuelo una pluma perdida
de la
desplumada golondrina
y una
palabra del náufrago sin voz
detuvo la
caída
y se puso
un traje nuevo de sonrisa sin consuelo.
Para qué
seguir cayendo
para qué
si nadie iba a creer
una
historia tan tonta de un huevo desesperado y tonto
algo tan
absurdo y risible como un amargo
chiste
judío de judíos tristes.
Esta es la
increíble historia
de un
amigo que tengo
que amaba
cosas extrañas
volaba sin
alas con golondrinas blancas
y caía con
la pesada tristeza
que sólo
tienen los huevos al caer.
Ahora mi
amigo
ese que
ama cosas extrañas
de nuevo
viste su tristeza antigua con una sonrisa nueva
Y es un
traje a la medida
( de su
tristeza y la mía)
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