lunes, diciembre 10, 2012

José Garés Crespo



Lliure: Joan Miró


Material de derribo
José Garés Crespo

DEL CABARET VOLTAIRE AL CAFÉ DE RICK
El mar es mar porque se parte en olas
y renace al morir sobre la playa
Vicente Gaos

Deberíamos saber que son días sin fin,
o puede que un torrente de cabellos.
Saber que solo el verbo y sus analogías,
pero también la amenaza del amigo,
nos hacen accesibles y acosados,
amantes nazarenos.
Somos la realidad que, cómplices, compartimos.
Cierto. Y agotamos los plazos, el beso,
desnudos y boca arriba.
Perdonamos nuestra herejía y exhortamos
la caricia, el tiempo y cuantos signos
hablan de nuestros orígenes,
del dolor, de nuestra estancia.
Tantos otoños amándonos nos paralizan la realidad
y dudamos de aquella noche,
hasta que nos golpee la muerte.
Perdemos sus raíces,
nos descubrimos en un solo y lento vacío
que ni siquiera nos nombra. La estructural perversión.
Tanto dolor, como un golpe de luz excesiva, nos ciega.
Sí, somos un leve espejismo,
una apuesta fallida y conjurada,
una copia de la procedencia perdida,
una ecuación poética.
Como el triste laberinto de la fe que toma distancia,
indiferente, y se pierde con el horizonte,
pasando de la comunión a la proximidad.
Único momento privado. Quizás.
Lujuria mágica del otoño que mengua.


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