Gyuri Lohmuller
Miguel Ángel
Curiel
LUMINARIAS
Se ondulan las emociones
como las montañas que descienden. Un paisaje para vaciarse. Sin embargo los
ojos se llenan, y el corazón es una especie de lumbre de llamas muy débiles y
brasas intensas. Se quemó en ellas algún papel, el palo de un caminante que
había recorrido largos caminos ayudándose con él. Ese paisaje no guarda formas
extremas, no es duro. Es un amplio espacio de suavidad. El hombre que es
tragado por él, y ya no quería seguir más, no se ausenta del mundo tanto como
el que camina por los hielos o las ardientes arenas. Tampoco es provocado para
lanzarse a los límites de él mismo. Un hombre tragado por ese paisaje es
devuelto a la primavera. Un paisaje para enjuagar el dolor. Los ojos son
demasiado pequeños, y la mirada demasiado larga y perdida, se expande
demasiado. Demasiadas veces se rompen para vaciarse. Cuando se cierran están
iluminados de miedo. Hay algo que no pueden explorar y de eso hablan. Lo que se
ve en ellos. El fuego en el agua, algo que flota y no se apaga. Las ovejas
ahogadas en su leche, bebieron su luto, se vieron reflejadas. Se ve en ellos
todo lo que el hombre no puede decirse. Ojos que se niegan a mirar por un
agujero el mundo, o una cerradura. Tal vez ese paisaje, pues el blanco es denso
y profundo, mientras el negro solo una tela, un plano para escapar de la luz.
Se entra en el, lo lejano es para la mirada lo que el amor es para la boca.
Palabras derrotadas de antemano. Bellas palabras abrasadas en la boca, y el
silencio germina solo en los ojos. No puedes sacar fuera lo que hay en ellos,
entregárselo de nuevo al mundo. Los gritos se oyen solo en las estrellas más
lejanas, no podemos escapar por escaleras hacia ellos. ¿Cuánto tiempo estaría
subiendo el hombre para volver a traer las palabras verdaderas al mundo? Esas
ondulaciones verdes, peinadas por los aires azules, y bosques en lo hondo, pues
aquí era al revés, las alturas suaves debían estar despejadas y los pliegues y
los sotos dedicados al bosque, a las aguas buscadoras de ciudades, aguas cuyo
destino era contaminarse, pues son las limpiadoras. Las aguas se sacrifican. Se
veía mucho para unos ojos tan pequeños.
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