martes, julio 09, 2013

Antonio Rodríguez Alarcón



Kristen Ferrel©


Antonio Rodríguez Alarcón
(Del libro inédito “Banderas del tedio”)

HE MUERTO EN TODAS LAS PLAZAS DEL MUNDO

Las plazas del mundo contienen la fiesta y la sangre
al mismo tiempo, la alegría y la pólvora. La misma copa,
el mismo pálpito encendido entre el fulgor y la matanza.

Ágora o foro, plaza de armas o del triunfo, de la victoria
o los mártires, plaza de la revolución… todas sostienen
sobre el pedestal de mármol una historia de pérdidas
y derrotas, de batallas ganadas, de guerreros vencidos.
De los cañones fundidos, del plomo recuperado
al enemigo se alzaron ángeles enarbolando espadas,
héroes de mirada al frente sobre podio de laurel, madres
llorando a los hijos que no regresaron, antorchas
al soldado  desconocido. Celebración de la muerte.

Sólo las risas de los niños nos hacen olvidar
que sobre plazas desnudas sin árboles, se levantaron
hogueras y patíbulos, que sobre el suelo empedrado
de angustia patrullan los tanques que velan el oro
y las cuentas corrientes de los dictadores.

Inmensas, solitarias plazas cuando ministerios
y embajadas cierran sus puertas, cuando las tiendas
del lujo apagan escaparates y se hace un descampado
hostil bajo el temor o la lluvia. Plazas de paso
para cruzar deprisa. Nadie vive entre sus paredes
de hormigón y acero, todos volvemos al corazón
caliente y estrecho donde la emoción late en torno
a la vida pequeña que alguna vez la tiranía
o el hambre desboca. Muy de tarde en tarde
las ocupamos, las hacemos nuestras hasta morir.

He muerto en Alexanderplatz bajo el furor de los misiles,
he muerto en las plazas de España en una guerra de siglos,
he muerto en Tlatelolco junto a centenares de estudiantes,
he muerto frente a La Moneda de un tiro en la nuca,
he muerto en Tiananmen bajo un tanque en un desfile,
he muerto en Bagdad abrazado a mujeres y niños.   

Apostados en los tejados disparan a los muertos
que entierran a sus muertos. Una lluvia de piedras yace sobre el barro, un diluvio de zapatillas, con la huída,
cubre de rabia el suelo. La morgue sangra, los cielos sangran maldeciendo al tirano. Sangro en las plazas
Tahrir y de la Perla, en las calles de Trípoli y Bengasi. Túmulos de jazmines en flor, ¡oh Trípoli!, cubren
los cuerpos jóvenes con la cabeza deshojada. Una gasa
de nieve cubre las heridas que dejó esta primavera.

Volverán las risas de los niños trepando a los oídos,
agitando el aire, y un vendaval furioso sepultará
al tirano en su palacio porque he muerto
y renacido en todas las plazas del mundo

.

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