Kristen Ferrel©
Antonio Rodríguez Alarcón
(Del libro inédito “Banderas del tedio”)
HE MUERTO EN TODAS LAS PLAZAS
DEL MUNDO
Las plazas del mundo contienen la fiesta y
la sangre
al mismo tiempo, la alegría y la pólvora. La
misma copa,
el mismo pálpito encendido entre el fulgor y
la matanza.
Ágora o foro, plaza de armas o del triunfo,
de la victoria
o los mártires, plaza de la revolución…
todas sostienen
sobre el pedestal de mármol una historia de
pérdidas
y derrotas, de batallas ganadas, de
guerreros vencidos.
De los cañones fundidos, del plomo
recuperado
al enemigo se alzaron ángeles enarbolando
espadas,
héroes de mirada al frente sobre podio de
laurel, madres
llorando a los hijos que no regresaron,
antorchas
al soldado
desconocido. Celebración de la muerte.
Sólo las risas de los niños nos hacen
olvidar
que sobre plazas desnudas sin árboles, se
levantaron
hogueras y patíbulos, que sobre el suelo
empedrado
de angustia patrullan los tanques que velan
el oro
y las cuentas corrientes de los dictadores.
Inmensas, solitarias plazas cuando
ministerios
y embajadas cierran sus puertas, cuando las
tiendas
del lujo apagan escaparates y se hace un
descampado
hostil bajo el temor o la lluvia. Plazas de
paso
para cruzar deprisa. Nadie vive entre sus
paredes
de hormigón y acero, todos volvemos al
corazón
caliente y estrecho donde la emoción late en
torno
a la vida pequeña que alguna vez la tiranía
o el hambre desboca. Muy de tarde en tarde
las ocupamos, las hacemos nuestras hasta
morir.
He muerto en Alexanderplatz bajo el furor de
los misiles,
he muerto en las plazas de España en una
guerra de siglos,
he muerto en Tlatelolco junto a centenares
de estudiantes,
he muerto frente a La Moneda de un tiro en
la nuca,
he muerto en Tiananmen bajo un tanque en un
desfile,
he muerto en Bagdad abrazado a mujeres y
niños.
Apostados en los tejados disparan a los
muertos
que entierran a sus muertos. Una lluvia de
piedras yace sobre el barro, un diluvio de zapatillas, con la huída,
cubre de rabia el suelo. La morgue sangra,
los cielos sangran maldeciendo al tirano. Sangro en las plazas
Tahrir y de la Perla, en las calles de
Trípoli y Bengasi. Túmulos de jazmines en flor, ¡oh Trípoli!, cubren
los cuerpos jóvenes con la cabeza deshojada.
Una gasa
de nieve cubre las heridas que dejó esta
primavera.
Volverán las risas de los niños trepando a
los oídos,
agitando el aire, y un vendaval furioso
sepultará
al tirano en su palacio porque he muerto
y renacido en todas las plazas del mundo
.
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