La melancolía de la partida: Giorgio de
Chirico
la alambrada de mi boca
ana pérez cañamares
HERENCIA
Las poetas
suicidas me llaman.
Yo no las
escucho.
Come fruta, me
digo,
vigila los
deberes de tu hija
recuerda la
fecha en que vivimos,
repasa tu nómina
no olvides la
cita del ginecólogo.
A veces hago
caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo
en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me
evita
y la oscuridad
se adensa a mi alrededor
como una
mermelada irrespirable.
Os acercáis,
pero yo
no os oigo.
Aprieto los dedos sobre los oídos
me agarro a los
barrotes que me sostienen.
No sé planchar
pero hoy es quince de septiembre
cada tres días
llamo a mi padre y le pregunto qué ha
comido
aunque confieso
que sin ningún sentimiento.
No oigo voces
aunque la mía a veces
suena insistente
como la radio
que sube por los patios.
No os voy a
escuchar.
Quizá estáis
calladas
y es sólo esa
mezcla de vanidad y homenaje que me
enajena
lo que hace que
os confunda con el silencio.
No importa.
De momento
recuerdo dejar mi locura
doblada junto a
la ropa
cada vez que me
sumerjo en el agua
o en uno de
vuestros versos
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