· La pesca del atún ( Ayamonte -Huelva)
JOAQUÍN SOROLLA
Piteras en Sevilla: JOAQUÍN SOROLLA
Antonio
Orihuela
Autogobierno
Estaban tan
hechos a perder
para Afredo Grimaldos,
que lo cantó más largo
En el cante
flamenco no hay play back, no hay canción,
hay destellos, fogonazos,
momentos, regalos
en la garganta
de los que tienen poder de transmisión
que de pronto
sienten un pellizco por dentro
y empiezan a
gritar para llamarse así mismos.
Hay mundo
grande y pequeño, cuevas, chabolos,
patios de
vecinos, tabernas, fiestas familiares
donde arde la
memoria y el fuego
de la toná, la
seguiriya, el romance, la liviana.
En el cante hay
jondura, marginación, rebeldía
y comunismo
libertario,
cárse y cajitas
estemplás,
persecución,
palos, alaridos,
desolación y
dolor individual sin respuesta
de quien hace
suyas las amarguras de todos los otros.
Hay campo
andaluz, Bakunin
y Primera
Internacional.
Maldito sea el dinero
y el hombre que lo inventó.
Hay motines del
hambre, trabajo, explotación
y
levantamientos populares.
Minero, ¿por qué trabajas?
si pa ti no es el producto;
pa el rico es la ventaja
y pa tu familia el luto.
Hay
individualismo
y sentido de la
Anarquía.
Quieres, Martín que yo cante
al clero y la monarquía;
¿no comprendes, ignorante,
que esa opinión no es la mía?
¡Que vaya el nuncio y les cante!
El cante
flamenco es Corruco de Algeciras,
Niño de la
Huerta, Cepero, Manuel de Paula,
Vallejo, El
Carbonerillo, El Turronero,
Luis Caballero
en capilla
y El Chato de
Las Ventas fusilado por los fascistas
tras caer
prisionero en el frente de Extremadura.
¡Qué bonita está Triana!,
cuando le ponen al puente
bandera republicana.
Angelillo,
Sabicas, Niño Utrera, La Argentinita,
Pilar López y
Miguel de Molina
marchando al
exilio.
Por tierras desconocías
pasa fatiga y suores,
la tierra donde ha nacío
pa coto de cazaores.
El cante
flamenco es El Bizco Amate
cincelando
fandangos por un plato de comía
y viviendo de
la limosna debajo de un puente.
A mí me preguntó un juez
que de qué me mantenía.
Yo le dije que robando,
como roba usía.
¡Pero yo no robo tanto!
El Bizco Amate,
el anarquista irreductible
que decía que
los Usía, Vuecencia y Excelencia
son los
enemigos políticos del pueblo.
Me lo cogen y me lo prenden
al que roba pa sus niños,
me lo cogen y me lo prenden.
Y al que roba muchos miles
no lo encuentran ni los duendes
ni tampoco los civiles.
El flamenco es
Antonio El Arenero,
Manolito el de
María, El Torta,
El Negro del
Puerto
y Diego del
Gastor.
Son problemas
con el franquismo,
indiferencia
hacia el dinero,
desprecio por
los bienes materiales,
rechazo a
cantar pa los señoritos.
Cuando llegará el momento
que las agüitas vuelvan a sus cauces,
las esquinitas con sus nombres,
ni reyes, ni roques, ni santos, ni frailes.
El flamenco es
la Paquera de Jerez, la Piriñaca
y la Niña de
los Peines
buscándose la
vida con ocho años
en cualquier
fiesta de pudientes
donde les
dieran dos reales pa matá el hambre.
Quisiera yo
renegar
de este mundo por entero,
volver de nuevo a habitar,
por ver si en un mundo nuevo
encontraba más verdad.
El flamenco es
Joaquín el de la Paula,
Manuel Torre y
Pepe Marchena
enterrados de
caridad
porque el día
que se murieron
su familia no
tenía ni pa comé.
Mi pare y mi
hermano Diego,
zapateros como yo.
Y en casa de zapatero,
descalcitos andamos tós.
Y todos los
otros con sus malas noches,
las juergas de
los señoritos
que pagaban o
no pagaban,
la vida
terrible
de Luis de la
Pica,
al que le
quemaba el dinero en las manos.
Aceitito que le echaba
peacito pan que tenía,
al candí se lo quitaba.
Manuel
Rodríguez Brillantina
asesinado por
unos señoritos que le tiraron
de un coche en
marcha en La Línea de la Concepción.
Mañana cuando yo muera,
no me vengáis a llorar,
nunca estaré bajo tierra,
soy viento de libertad.
El Niño Ricardo,
El Chaqueta
y Manolo el de
Huelva
esperando en
las ventas cada noche
a que llegara
un borracho con ganas de fiesta
y les diera de
comer.
Yo andaba pegando
bocaos al aire:
unas veces de rabia
y otras de jambre.
El Gallina con
barba de varios días,
en zapatillas
de paño por la que se le salen to los deos,
con un abrigo
raído bebiendo de un vaso de cartón
y comiéndose
una hamburguesa en el Wendy
poco antes de
morir.
Olivaritos del campo,
¿quién los varea?:
veinticinco chiquillos
y una correa.
Bambino sin un
duro
después de
haber vendido miles de discos
enfermo,
descompuesto, fatigado,
preso del tumor
de garganta
que acabaría
con su vida,
y que ya no le
dejaba hablar,
recorriendo
radios y televisiones donde nadie lo conocía
para
promocionar su último disco.
Ahí está la pared…
El Niño Miguel,
loco, olvidado,
mendigando con
una guitarra rota de tres cuerdas
por los bares
de Huelva.
¡Maresita de mi arma!
¡Dios mío! ¿Qué será esto?
Durmiendo en un reondelito
como si yo fuera un perro.
Camarón en las
últimas, ayudado por El Güito
para subirse al
escenario de la Plaza de Toros de Nîmes,
sentarse en una
silla
y quedarse una
hora acariciando duquelas.
A qué me das esos palos.
¿Qué daño te he jecho yo?
Si me he quedao dormío
er sueño rinde al león.
Fernanda y
Bernarda asomás a las ventanas
del rascacielos
de New York donde vivían
y preguntando
¿por dónde caerá mi Utrera?
Calle e la porvera
no serás tu calle
sino montonsitos e arenita y tierra
que se los yeva el aire
José Menese,
diciendo que jamás va a cantar otra cosa,
porque él canta
pa cambiá er mundo
-el mundo que
es hoy una confusión
donde solo
manda el dinero-,
y quejándose de
que a él
no lo han
sabido aprovechá ni los suyos.
Que la Virgen nos ampare,
que ahora cuidan el rebaño,
con los mismitos collares,
los mismos perros de antaño.
Paco de Lucía
agredido en la Gran Vía
por un grupo de
fascistas
que intentaban
pisotearle las manos.
El Cabrero,
encarcelado por
cagarse en Dios en una actuación,
censurado en la
televisión desde que existe,
cantando
fandangos rojos y negros
en su
centenario de la CNT.
Nos enseñan a matar,
mucho antes que a sembrar un árbol,
nos enseñan a matar,
y a los que nos rebelamos
sólo nos queda gritar:
¡Ni guerra, ni dios, ni amo!
Antonio Gades
mirándonos en estatua con el puño cerrado
bajo los
soportales de la plaza de la Catedral de La Habana
y Carmen Amaya
que nadie sabe dónde está enterrá,
y Toronjo que,
como el lince,
estaba hecho de
una pasta que hoy ya no existe.
A todos, para
todos vosotros,
tan acostumbraos a perder,
hombres y
mujeres
con la voz y el
son de todo un pueblo,
este homenaje,
este epitafio
igual al que le
escribieron a la bailarina de Cádiz
hace dos mil
años:
Que la tierra
os sea tan leve
como vosotros
lo fuisteis sobre ella.
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