viernes, febrero 10, 2012

dolor pequeño

Dolor: Mónica Ozámiz Fortes


Antonio Crespo Massieu


UNA MUERTE PEQUEÑITA


Conoces al fin

que esta pequeña muerte

contiene el temblor de todas

las grandes infinitas o leves

pues que no hay muertes grandes

o pequeñas

hay sólo muertes

heridas abiertas ausencias repetidas.


Y este mínimo vacío

lleva a otros

como huellas rescatadas del olvido

y lo irreparable

es de nuevo esta carne

este cuerpo que estalla entre las manos

y por dentro se abre

este estertor que palpita

ojos perdidos en la diagonal del tiempo

instantes sin horizonte ni reflejo

este peso desmadejado y absurdo

esta pata vencida o trufa helada

este mínimo cuerpo que ya nada

olfatea o siente anhela o jadea.


Porque esta muerte pequeñita

a todas se semeja y sostener

esta pata casi inerte es acariciar

el cuello de mi madre sostener

el cuerpo deslumbrada habitación por el oscuro sexo

donde habita el mundo y una esponja

es regreso a la infancia o piedad

o limpieza del tiempo cuando abrir

la mirilla del ataúd es ver el rostros inmóvil

del padre es quitar un collar y unas cenizas

leve peso bajo un rosal o lágrimas frente al mar.


Se rompió entre mis manos

tan fugaz como ardilla o pájaro

siguiendo la muerte con igual

instinto de vida que cazaba o mordía el aire

o buscaba el sol como fuerza descanso o aceptación

como la mujer se perdió en una cama de hospital

o el hombre descansó en las olas abiertas de la noche


Y todo confluye y gime

como tiempo o memoria herida

el tacto de la piel la incontinencia

humillada la mano y la caricia

su ahogo el semen del perro su corazón

roto la suave carne fría la palabra despertar

todo se hace uno en la muerte

aún en esta mínima muerte pequeñita.


Como si la piedad

fuera siempre la misma

y nos llevara

al silencio de la memoria

como saludo diálogo bendición o rabo tieso

para transitar oscuras avenidas

que juntan perros niños la mano del padre

la música noches de verbena canción o jadeos

ladrido oración o silencio.


Y de nuevo aprendemos

de un perro que muere y lame

muestras heridas como si el tiempo

fuera aullido rugosa áspera tierna

lengua que lame ausencias

y al fin deja

el asombro infinito al despertar

la música compartida noches luminosas

aceptación del instante o despedida

acariciado por el sol voces o ladrido


Y aceptamos

esta ausencia

para no olvidar los otros cuerpos

que fueron primero amor y fidelidad.


Y al fin

para no olvidar

olvidamos

y permanece

el ladrido intacto palabra caricia

de nuevo el mundo en pie.


Y la memoria del olvido

nos acompaña.

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