Materia Oscura
Laura Giordani
Desplazados
Hilera abrasada por la noche,
toda intemperie y marcha,
toda lluvia en los hombros,
marchada sin tiempo
de cerrar la puerta.
Hollar el viento, ya no
sentir suelo bajo las suelas.
Las palabras son ejércitos en retirada:
desmoronándose nace este poema,
yéndose nació para decir la diáspora.
En todas partes se laceran flores,
en todas partes hay pies que parten
partiendo con ellos la tierra.
Un viento oscuro azote
golpeó el rostro y fuiste
pétalo inmolando
sus fibras al tacto, tierra
tendida para perecer,
trueno en los tobillos.
Se estampó el espanto en tus ojos,
en la cal viva
……………… ya muerta del patio.
Luego, los pájaros callaron.
¿Cómo arrancarse ahora lo visto,
desenquistar el filo que lanzaron a tus sienes:
esos compases del asombro latiendo
toda una vida de golpe?
De sien a sien
la extensión del espanto,
de sien a sien estallaron
los pétalos en la diáspora
del perfume, de la infancia:
esa maquinaria blanca
para el desguace.
Atrás quedan el humo y el árbol.
A tientas la mañana se asoma en los ojos:
no dejaron tiempo para el sueño.
Oscuros, los vaticinios
de las nubes avanzan
en dirección opuesta a los pasos.
Saber el frío y la noche,
saber el nido
volteado por el viento.
Con su paso de arteria rota,
la hilera de niños
es un collar desanudado
perdiendo las cuentas.
Escribir invocando no el fin
sino el trueno
para no callar, no callarte,
porque la palabra encalla en este tiempo,
desmayada llega en un bostezo,
como si todos los vientos del mundo
se hubiesen detenido
o ya no hubiera agua tan honda
como tu caída.
Decirte niño con material de derribo,
extenuado:
¿Qué arena tiembla
para alzar la casa?
¿Qué sangre empuja la mano
en esta pulseada a muerte con la nada
que es tu poema?
Hay arena en el viento que te trae.
Bajo tus pies las brújulas confiesan su derrota,
se desvanecen los mapas que nadie releva.
Bajo tus pies,
mercurial,
…………. fugitiva,
la tierra tendida para el desastre,
las orillas socavadas por la creciente.
Laura Giordani
Desplazados
Hilera abrasada por la noche,
toda intemperie y marcha,
toda lluvia en los hombros,
marchada sin tiempo
de cerrar la puerta.
Hollar el viento, ya no
sentir suelo bajo las suelas.
Las palabras son ejércitos en retirada:
desmoronándose nace este poema,
yéndose nació para decir la diáspora.
En todas partes se laceran flores,
en todas partes hay pies que parten
partiendo con ellos la tierra.
Un viento oscuro azote
golpeó el rostro y fuiste
pétalo inmolando
sus fibras al tacto, tierra
tendida para perecer,
trueno en los tobillos.
Se estampó el espanto en tus ojos,
en la cal viva
……………… ya muerta del patio.
Luego, los pájaros callaron.
¿Cómo arrancarse ahora lo visto,
desenquistar el filo que lanzaron a tus sienes:
esos compases del asombro latiendo
toda una vida de golpe?
De sien a sien
la extensión del espanto,
de sien a sien estallaron
los pétalos en la diáspora
del perfume, de la infancia:
esa maquinaria blanca
para el desguace.
Atrás quedan el humo y el árbol.
A tientas la mañana se asoma en los ojos:
no dejaron tiempo para el sueño.
Oscuros, los vaticinios
de las nubes avanzan
en dirección opuesta a los pasos.
Saber el frío y la noche,
saber el nido
volteado por el viento.
Con su paso de arteria rota,
la hilera de niños
es un collar desanudado
perdiendo las cuentas.
Escribir invocando no el fin
sino el trueno
para no callar, no callarte,
porque la palabra encalla en este tiempo,
desmayada llega en un bostezo,
como si todos los vientos del mundo
se hubiesen detenido
o ya no hubiera agua tan honda
como tu caída.
Decirte niño con material de derribo,
extenuado:
¿Qué arena tiembla
para alzar la casa?
¿Qué sangre empuja la mano
en esta pulseada a muerte con la nada
que es tu poema?
Hay arena en el viento que te trae.
Bajo tus pies las brújulas confiesan su derrota,
se desvanecen los mapas que nadie releva.
Bajo tus pies,
mercurial,
…………. fugitiva,
la tierra tendida para el desastre,
las orillas socavadas por la creciente.
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