sábado, febrero 01, 2014

José Garés Crespo



Tom Brown


José Garés Crespo

Material de derribo

Jorge Manrique en la Taberna del Irlandés
«No acortes el camino inútilmente.
No tengas prisa. Espera».
José Bergamín
Anoche, absorto, no encontré la esquina de la vida, ni tu voz.
Abril cautivo, la salvia y la rosa sé que volverán a ser rojas,
y en las colinas de luces agazapadas, riberas del sueño,
volverá la zarza. Siempre vuelve cuando sobran ausencias.
Y daremos paso al vértigo del día explorando los silencios,
rompiendo la melodía, el indefinido registro del retorno.
Sé que nunca te aposentaste en el envés del camino de la huida,
que fue el vaivén, y sé que con la entrega vencieron los cobardes,
que adecentaste tu tristeza y la metálica sonrisa de la luna.
Muchos hicimos del corazón un giratorio sin picaportes.
Eran noches que rastrillaban las sorpresas encogidas y las
                                                  palabras
establecían rejas, proponían cruces, oscilaban mares, denunciaban
cielos, quemaban puentes. Tenaces, tuvimos que congelar llamas,
enmudecer olas, apagar estrellas, intentar vivir en el caos
sin ser destruidos. Tal vez deberíamos saber del alboroto
de la niñez perdida, y atemperar el paso con la meta que huye.
Horizontes neonatos y perdidos. Y su mano que,
sobre nuestros hombros, levanta alivios y añade libertad.
Aún así, el candil de tu inocencia es un collage,
un estandarte que baila.
De un mismo origen divino, un día,
nos sumaremos con la roca, el agua y el aire,
hasta conseguir que lo justo devenga
en necesario, como los dioses y los recuerdos.
Piel maullada y testimonial, sí.
Y nos restan los ardores
coronados del camino y el trasiego.
Todavía se mantiene el misterio
de por qué tan poca tregua dieron
que hasta la oscuridad nos negaron.
Minúsculas revueltas nos tutelan,
y nunca supieron ver en el centro de la inquietud
la desazón de la tormenta.
Tú, hijo de la mar, tuviste que asumir
la duda y osaste abordar, desde la niebla,
embarcar cada noche sin esperanza,
dormir cada día sin el brío de los excesos.



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