Luz cálida: Catí Oliver
Begoña Abad
Mientras pelo cebollas que me ahogan
en un llanto sin sentido, ni duelo,
voy repasando el hilo que me conduce a ti.
Pico ahora el pimiento, verde crujiente
que ha de ser degollado en aros
y ambas hortalizas se reúnen
en un fondo aceitoso, sin reconocerse.
Fueron nacidos en la misma tierra
sin embargo en huertas diferentes.
Añado lentamente dados de zanahoria
y su color alegre les llega de repente,
invadiendo su espacio,
la sartén comienza a quedarse pequeña,
con un suave vaivén acomodo los trozos
y vuelvo a recoger el hilo que me conduce a ti,
a esos poemas herméticos y cultos
que sin embargo reconozco como una música
que alguien ya me había cantado en algún tiempo.
Me hablas de hombres que poblaron la tierra,
de rebaños de cabras, polvorientas, remotas,
de una frugal comida, queso y vino, me dices.
Caminos pedregosos, lugares que conducen al mar.
Tú, tan alto, solemne, tan culto y delicado
yo siempre en mi sitio, pequeño altar, cerro pequeño,
mi cocina.
Sigo removiendo la cebolla que se dora,
un pimiento que se encoge y una zanahoria
que tarda en hacerse.
Intento que sean un conjunto armonioso.
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