José Viñals es Argentino, poeta que sabe de cruzar fronteras en su ir y venir luchando en la convulsa Sudamérica del siglo pasado, también es en la palabra un incansable viajero que no duda en cruzar fronteras para provocar el deliro del alma a quienes pasean, contemplan y reposan entre sus poemas. A.M.F.
José Viñals
Quiere que invente…
Quiere que invente
como una escoba una palabra
para barrer los nichos del lenguaje
y un niño dentro de la escoba
dentro del niño un río
y en el río una ojera para los buzos
y en el buzo un martillo
y en el martillo un ojo
de escarabajo muerto por asfixia
y dentro un girasol desobediente
y dentro un pueblo de arlequines de pies de hojas de libro
dentro el balido de las cabras y un caramillo errante envuelto en
lienzo hospitalario
dentro una espuma que agoniza de boca de cereal pastor de lunas
descarriadas
y dentro de la espuma un mapa cómplice
de prados anchos como mejillas y ciudades innobles rodeadas de
mendigos
y en el mapa alfileres con cabezas fragantes como delitos de inocencia
como frutas promiscuas en la bodega de las barcas de
carga
dentro del alfiler el buen veneno de la aurora
y dentro del veneno el tropel de caballos leonados por el fulgor del
miedo de morirse.
Quiere que invente una manera de cantar de rodillas
y estar de pie en el episcopado de la tarde
a la hora en que sale a pastorear la estrella nueva
y el alma se recluye en la boca de cieno vagabundo de la oruga
terrestre.
Quiere que extinga los viñedos
del nombre que decae de padre a padre,
cada vez más otoño y podredumbre, descascarado en la garganta
sin ebriedad del árbol de jilgueros sordomudos
cuya semilla ultramarina duerme en la piel de toro
sacrificada sin orgullo tres siglos antes del bramido de su muerte
terrible,
sobre el estiércol blanco de la harina de los oficios patriarcales.
Quiere que escupa mi josé apolillado,
las amistades del bautismo
donde un agua sin pez sin tempestades
se derribaba entre mantillas.
Quiere que me encaballe en la blasfemia
que me lance a galope sobre el asfalto de los rostros
que me encabrite sobre el trono del rey mediocre del granero de
pueblos con estirpes viscerales
que enlode los jardines y el infame jazmín de la que ama
la soledad de su esqueleto de virgen intocable
que me meta en cenizas y patalee en charcos de fragancias
civilizadas e incorruptas.
Quiere que siembre espantapájaros
en la almáciga de víctimas oscuras,
que me encapulle en la indecencia
y me vuelva feroz contra mis dientes,
la presa alada que persiguen,
y su rencor contra la huida del poema,
luminosa y abyecta.
(de Entrevista con el pájaro)
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