miércoles, diciembre 17, 2008


Lugares comunes.

Escribir acerca de Miguel Hernández es para mí un acto de profunda emotividad y admiración. La obra del poeta del pueblo del soldado del pueblo, del amante padre y enamorado esposo queda profusamente recogido en su obra poética y en su vivencia diaria, en mi caso solo me detendré hoy en su poema CANCION DEL ESPOSO SOLDADO.

Yo vivo la orfandad del hijo del soldado del pueblo, del amante padre y del enamorado esposo, mi padre asesinado por el fascismo en 1940 también, como Miguel Hernández, gloso en todo momento su amor por la libertad, por su hijo y esposa y hasta el último momento mantuvo la serenidad y el orgullo del soldado del pueblo. Es por ello que cada vez que leo CANCION DEL ESPOSO DEL PUEBLO las lágrimas acuden a mí aun después de haber pasado 68 años, pues estoy leyendo palabras hermanas y conocidas por mi en la voz de mi padre mientras estuvo en la cárcel antes de ser asesinado.

El reproducir aquí este poema es un pequeño homenaje a los miles de SOLDADOS DEL PUEBLO que dieron la vida por los mismos ideales que Miguel Hernández y que la voz del poeta tan certeramente representa,

Antonio Martínez i Ferrer


CANCION DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de, mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mi dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mi como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo.
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


Miguel Hernández.

3 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Impresionante, el poema de Miguel Hernandez. Y buena arrancada de tu blog. Ya era hora. Aquí podremos tantear tu voraginoso volcan de versos y vida, de incendios y de besos, de lágrimas y de abrazos, de gritos y de esperanzas.

¡¡Enhorabuena, Antonio!!

¡¡Animo, te seguimos de cerca!!

Víktor

Laura Giordani dijo...

Hermosa entrada, Antonio. Voy a enlazar tu blog al mío así vamos tejiendo cercanías.

Un abrazo grande,

Laura.

Antonio Martínez i Ferrer dijo...

Queridos amigos, gracias por vuestras palabras. Espero que mi andadura por este medio sea, como la buestra,
un puente para los encuentros.

Un abrazo, Antonio.