jueves, diciembre 18, 2008


Estaba reclinada en la silla
cuando la sorprendió su mano blanca.

Yo no estaba allí, me lo contaron.

Se subía en ese momento las medias
iban al hospital.

Dejó inmóvil la mirada en las losas del salón.

El viejo reloj de pared, prosiguió con su latido.

Ya no se levantó.º

Los zapatos fríos, enfrente el bolso abierto.

Nunca pregunté si se las terminaron de subir
o se las quitaron.

Ana María Espinosa.

2 comentarios:

Ana María Espinosa dijo...

¡Hola Antonio!
Gracias querido amigo.
Es un honor estar presente con este poema en tu blog.
Un fuerte abrazo, grande.

Antonio Martínez i Ferrer dijo...

Tu palabra certera y fluída llena mi blog de ternura y hermosos versos.

Un abrazo, Antonio.